Tres de 10 y una de 5

Yo tenía una vida...chiquita (mediocre tal vez) pero mía. Dignamente mía, elegídamente mía, tozudamente mía ...y la perdí.
No perdí mi vida como las fichas del apostador que buscando la quimera del exito invierte todo su capital. La perdí como las monedas del distraído, esas que son todo lo que tiene y sin embargo no les presta atención al punto de no saber si las guardó en el bolsillo agujereado o simplemente no las recogió de la mesa del bar cuando le dieron el vuelto del café.
Pero perder monedas supone alegrar, minimamente al menos, a quien las encuentre; perder la vida en cambio implica lastimar a quien ya no nos encuentra.
Por más que camine con la vista al piso y recorra el camino inverso es prácticamente imposible recuperar las monedas perdidas. Incluso encontrar monedas caídas no me asegura que sean las mías ¿Y la vida? ¿Se pueden desandar los últimos pasos erroneos hasta llegar al punto en que nos perdimos y encontrar algo? No lo sé pero acá estoy, caminando hacia atrás.

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