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“Ciego a las culpas, el destino
puede ser despiadado
con las mínimas distracciones”
J.L. Borges

Ricardo apareció en el pasillo del vagón precedido por una enorme valija de cuero, hermosa aunque algo pasada de moda, de esas que ya no se fabrican y que estaba en su casa materna desde el viaje de bodas de sus padres. De todas formas, los Garmendia no eran de viajar mucho así que estaba impecable, había dormido un largo sueño sobre el ropero solo interrumpido en un par de ocasiones: Cuando Augusto, el padre de Ricardo, viajó a Buenos Aires para comprar la tipográfica de La Novedad, primer y único diario del pueblo que fundó y dirige desde hace veinticinco años, y cuando Ángela, su madre, debió atender a la abuela Rosario, en Córdoba, durante un largo mes que terminó con el fallecimiento de la venerable anciana.
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Ahora, Ricardo la había sacado de su ostracismo para que fuera su compañera de viaje. Su partida no había sido fácil de conseguir, su madre no soportaba la idea de vivir tres años separada de su único hijo y que además éste se quedara solo en la gran ciudad. Convencer al padre fue algo más sencillo e influyó para que Ángela lo acepte.
El pueblo había crecido y para continuar con la labor de su padre al frente de La Novedad, Ricardo debía estudiar periodismo en la capital. Ya no se trataba de repartir avisos fúnebres, anuncios de remates ferias y la crónica de algún casamiento o bautismo entre un montón de paisanos que leían poco y mal contentándose con ver su fotografía irreconocible y con olor a tinta en ese folletín de cuatro páginas. Ahora, la gente quería informarse y la radio estaba ganando espacio en el otrora monopólico mercado periodístico de Valle Nuevo.
Secretamente, Ricardo emprendía El Viaje con mayúsculas, soñaba con convertirse en un periodista de verdad, que su nombre apareciera en letras de molde bajo una nota de Crónica o La Opinión y jamás regresar al pueblo, a su casa, a sus padres y mucho menos a La Novedad.
El tren comenzó su lento traqueteo buscando la pampita más allá del molino de Martínez y conforme se fue alejando el pueblo del vagón de cola más libre, grande y exitoso se imaginó Ricardo.
Los diarios de Buenos Aires ubicaron la crónica del hecho en algún pequeño recuadro generalmente en el margen inferior izquierdo de las páginas impares y sólo decía “Descarrilamiento en Santos Lugares, cinco muertos y una decena de heridos” omitiendo nombres y agregando algún dato de poca relevancia. El único medio que dedicó una página completa fue La Novedad de Valle Nuevo con un pormenorizado relato de los sucesos y un sentido homenaje al difunto local cuyo nombre, en letras de molde, aparecían en el título central de la portada: “Hondo pesar por la partida del periodista Ricardo Garmendia”.

Comentarios

Anónimo ha dicho que…
ALGUIEN VUELVE
Fitto ha dicho que…
dicen que me fui del barrio pero ¿cuando? si siempre estoy volviendo