Paredón y después

Hay días en que no se me ocurre nada. Elijo entonces el mejor de los papeles, mi pluma dilecta y...nada. No surgen de mi mano mas que torpes garabatos.
Hay noches, en cambio, en que no soy yo. Mi mente recita de corrido, como si ya los supiera o alguien me los dictara, textos completos, íntegros, sino perfectos al menos respetables. Esas pocas noches me encuentran en medio de la calle sin el peor de los lápices ni la mas rustica de las páginas. Mi frágil memoria no puede llevarlos hasta casa y los pierdo en alguna esquina.
Cierta vez quise vencer ese conjuro. Con un pedazo de carbón, escribí toda una pared a las tres de la mañana. Aún hoy busco infructuosamente la ubicación de ese puto paredón.

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